Aprendiendo a Vivir

"Nunca Pierda la dulzura de su carácter"

Aprendiendo a Vivir

"Nunca Pierda la dulzura de su carácter"

Aprendiendo a Vivir

"Nunca Pierda la dulzura de su carácter"

Aprendiendo a Vivir

"Nunca Pierda la dulzura de su carácter"

Aprendiendo a Vivir

"Nunca Pierda la dulzura de su carácter"

domingo, 21 de marzo de 2021

EL ESTRÉS EN TIEMPOS DE PANDEMIA



 Según una noticia aparecida en un diario global, los habitantes de los Países Bajos (Nederland) tienen una palabra en su idioma con la que definen el método que creen es posible manejar el estrés, uno de los principales problemas en tiempos de pandemia. Esa palabra es uitwaaien, que al parecer no tiene traducción literal al español, pero su significado es bastante sencillo: tomar una bocanada de aire fresco.

Ellos dicen que ante la preocupación y el estrés lo mejor es salir, caminar, hacer ejercicio y disfrutar del aire fresco. Al expirar malos aires y respirar buenos se limpia la mente, el cuerpo se refresca y la vida se torna más llevadera.

How to reduce stress: 6 steps to manage stress - Medvisit

De acuerdo al Servicio Nacional de Salud británico (NHS por sus siglas en inglés) “el exceso de estrés puede afectar nuestro humor, cuerpo y relaciones” sobre todo cuando nos hace sentir que perdemos el control sobre lo que normalmente está bajo nuestro cuidado: las personas, las relaciones, la familia, el trabajo, las decisiones de la rutina diaria. También nos hace sentir ansiosos, irritables, afecta nuestra autoestima e incluso genera agotamiento físico, mental y emocional que puede desembocar en síntomas psicosomáticos.

En tiempos de pandemia se han hecho muy frecuentes las recetas fáciles que prometen resultados inmediatos para resolver problemas complejos. Los diarios digitales, las redes sociales y hasta las conversaciones casuales con los amigos y los familiares, registran estas “soluciones instantáneas” que, hay que reconocerlo, producen cierta alegría y un escondido anhelo esperanzador, que terminará, casi siempre, cuando se somete a prueba la noticia con el fin de descubrir su veracidad.

Los habitantes de los Países Bajos (Nederland: tierras bajas) viven todo el tiempo bajo la amenaza frecuente y real de una catástrofe territorial, debido a que su país está, en gran parte bajo el nivel del mar, de ahí la razón de su nombre.

Un complejo sistema de drenaje de agua ha permitido rescatar del mar e incrementar la superficie del país en un 20%. En 1953 la inundación del mar del Norte abrió una brecha en un dique, causando la muerte de 1853 personas y forzando la evacuación de otras 70.000. Luego de aquel grave accidente los neerlandeses han tomado todas las precauciones para evitar que se vuelva a presentar una catástrofe de tales proporciones.

En una palabra, para los holandeses (neerlandeses) enfrentar el estrés que es producido por una amenaza permanente de desastre, es un asunto de vida o muerte, que se traduce en las decisiones trascendentales que se deben tomar diariamente, para ganarle la batalla al mar ante la posibilidad de una inundación que por pequeña que fuere, arrasaría la vida del país y de sus gentes. 

La pandemia, así como el estrés son enemigos reales, gigantescos que hay que enfrentar en todos los terrenos, y para ello hay que conocer la raíz de su naturaleza. De esta forma se evitarán las “fake news” (noticias falsas) de tanta proliferación hoy, que prometen soluciones rápidas y fáciles a problemas grandes, graves y complejos, causando un daño peor que el problema que pretenden resolver, al presentar como verdades lo que en realidad son mentiras con simple apariencia de verdad. 

La pandemia está intentando derrumbar los diques de contención físicos, sociales, económicos y morales, que la humanidad ha construido a lo largo de la historia, para obtener los beneficios que ella misma ha perseguido desde tiempos inmemoriales, conocidos como Progreso o Desarrollo o Éxito. El temor a abandonar ese sistema de vida o religión, ante la inminencia de una hecatombe que parece cernirse sobre el mundo, sin distingos de ninguna especie, produce otra amenaza de iguales o peores resultados, que es el estrés. 

He aquí la verdadera bomba explosiva: pandemia más estrés. El blanco que ambas atacan fieramente es el hombre, a secas. ¿Qué es el hombre? Es algo más, mucho más que un número en la estadística de víctimas, que leemos todos los días, y a lo que el miedo pandémico, lo está reduciendo en las páginas de los diarios y de las Fake News de cada día. Es algo más que el sujeto solitario, expuesto a frágiles escenarios de vientos de doctrina a cargo de “hombres con apariencia de piedad pero que niegan con sus hechos la realidad de ella” según dice San Pablo, rodeado de amigos virtuales, que empieza el día de la misma forma que lo termina, aguardando esperanzas de cambio que no aparecen por ningún lado. 

Es todo eso y más. Pero también es, según La Biblia, un ser creado a la Imagen y semejanza de Su Creador, que ante el ejercicio de su libre albedrío con el que fue dotado, escogió su propio camino y se apartó de la dirección, protección, respaldo y amor incondicional de su Creador. Este hecho convierte al hombre, automáticamente, en un ser apartado de Dios, la Biblia le llama pecador, expuesto a encontrar por sí mismo todas las respuestas que deberían beneficiarlo con el encuentro de la felicidad tan ansiada. 

Dios ha provisto un plan de salvación en la persona de Jesucristo, su Hijo. Todo aquel que reconozca su actitud de separación de Dios (pecado) puede recibir el perdón y la paz que Dios concede y que sobrepasa todo entendimiento, cuyos principales beneficios son: paz con Dios, paz consigo mismo, y paz para establecer y desarrollar relaciones adecuadas con el prójimo, dentro de un marco de amor, aceptación, perdón y respeto mutuos. 


martes, 15 de septiembre de 2020

UNA MIRADA AL PROBLEMA MÁS AGOBIANTE



El problema más discutido en la actualidad es el coronavirus. Da la sensación de que todo el mundo tiene fiebre por su causa. La palabra corona proviene del latín por un préstamo del griego y significa ‘láurea o corona triunfal’. Son numerosos los comentarios, las discusiones, las entrevistas con expertos y políticos que giran en torno a este tema, aunque dejan “fuera de juego” a Dios y su Palabra. Esto me hace pensar en la declaración del Señor: “He aquí que yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo” (Ap. 3:20

¿No son los eventos actuales un “golpeteo” del Señor a la puerta del mundo o incluso a la de nuestros corazones? La Biblia tiene mucho que decirnos, pues ésta afecta todos los aspectos de nuestras vidas y nos conduce siempre hacia la verdad. Por lo tanto, basado en las Sagradas Escrituras, elegiré un pensamiento que arroje luz sobre la presente situación del coronavirus.

Hablemos acerca de la impotencia de los seres humanos. El hombre, que creía tener el control de todas las cosas, está siendo ahora dominado y sacudido por un vaivén de acontecimientos.

Los países cierran sus fronteras, los supermercados están desiertos, y los geles desinfectantes se agotan. La población mundial reacciona con pánico ante el coronavirus. Al mismo tiempo, se hace evidente la falta de escrúpulos. En algunos lugares, los desinfectantes se venden a precios desmedidos. Muchas personas pretenden sacar ventaja de la necesidad ajena. Hace poco leí una frase que me pareció muy acertada: “Cuando la codicia humana pueda ser vencida, todos los demás problemas podrán ser vencidos”.

Con cuánta rapidez se hunde el suelo debajo de nuestros pies y perdemos el equilibrio. De repente nos enteramos de que unas pequeñísimas partículas (virus) sacuden al mundo entero. Comenzamos a reconocer de manera súbita nuestras limitaciones y vemos cómo, en toda circunstancia, nuestro ser pende de un hilo, incluso si no existiera el coronavirus. El hombre es inestable porque no está cimentado en Dios.

Jesús lo resume en una de sus parábolas, donde compara la vida sin un fundamento firme en él con una casa construida sobre la arena: cuando la lluvia, los ríos y los vientos la golpean, sus débiles cimientos hacen que se derrumbe (Mateo 7:24-25).

Esto no significa que por estar cimentados en Dios seamos imprudentes o irresponsables, sino que podemos estar tranquilos frente a la tormenta, pues tenemos nuestro fundamento en el Todopoderoso. Jesús compara esto último con una casa construida sobre las rocas que no puede ser derribada por la lluvia, los ríos o las tormentas (Mateo 7:26-27).

El Dios Todopoderoso está siendo desplazado cada vez más de nuestra conciencia, siendo eliminado de nuestros corazones, familias, escuelas y vida pública. La gente se burla de él y dice no necesitarlo. Es así como uno mismo socava sus propios cimientos y construye sobre la arena. Sin el Creador, sin el Todopoderoso, sin aquel que tiene el mundo en sus manos, carecemos de un apoyo firme para nuestra alma. Es por eso que la Biblia dice: “Buscad al Señor y su fortaleza; buscad su rostro continuamente”. (Sal. 105:4).


sábado, 28 de marzo de 2020

NOSOSTROS LOS DE LA POBLACION EN RIESGO



Pertenezco a una población en riesgo en la época del coronavirus. ¿Qué significa esto? Significa que soy un problema, entre otras cosas. Soy un problema porque puedo contagiar a alguien o porque puedo ser contagiado de alguien, en cualquier forma. Pero poco a poco he ido entendiendo la cara buena de esta mala noticia. Y es que, por ser un adulto mayor, como se dice de manera elegante, los supermercados han dispuesto un horario preferencial para nosotros, lo que quiere decir que solo se permite entrar a esos lugares a horas determinadas y previo la presentación de la cédula.  

Estoy obligado a permanecer todo el tiempo, dentro de las cuatro paredes de mi casa debido a la presente pandemia (quiero decir que estoy muy a gusto dentro de ella), y creo que la situación se agrava y según las declaraciones de las autoridades de salud todo va a ponerse peor en los próximos días.  

 Es interesante llegar a la mayoría de edad y descubrir que se es parte de la sociedad, en la clasificación de “población de riesgo”, es decir, que puedo causar problemas apenas alguien se me acerca. Casi toda la vida había creído que yo no era un sujeto que causaba problemas a nadie. Pero esto ha sido desmentido a raíz de la pandemia del coronavirus. Sí, causo muchos problemas y por eso debo permanecer aislado, lejos del contacto con gente. Soy una víctima potencial (término que usan las autoridades) que puedo contagiar con solo estar en contacto con un niño, o con un adolescente, por el solo hecho de hablarle o de acercarme a alguien a más de un metro de distancia.  

Y yo que pensé, que a medida que me acercaba a la edad adulta iba a convertirme en una persona sabia, o cuando menos, experimentada que tuviera por ese sólo hecho muchas cosas que enseñar a los niños, a los adolescentes y a quienes quisieran oírme.  


No obstante, ahora que estoy en la curva descendente de la edad, pero ascendiendo en la curva de la madurez creo que hay noticias muy buenas: la franja de los adultos mayores de hoy, hemos alcanzado el punto más alto de la existencia, y por haber nacido a comienzos de la década del 50 pertenecemos a una generación que ha sido muy sana, segura, protegida, longeva, mejor vestida, caballerosa, alimentada y mejor cuidada que muchísimas otras.  

Es indudable que no han faltado, en nuestra generación, épocas de tristeza, abatimiento, preocupación, desasosiego, desilusión e incertidumbre, pero también han surgido, al mismo tiempo, grandes oportunidades para enfrentar el cambio y sobreponerse a las tragedias individuales y colectivas.  

Hoy, nosotros los mayores, los de la población de riesgo, tenemos la oportunidad de sacar de nuestro archivo de experiencias, las enseñanzas aprendidas en épocas de dificultad y, con la ayuda de Dios siempre, compartirlas desde la ventana virtual de nuestro confinamiento por pandemia, para provecho de quienes ahora viven o sobreviven en una época, en la que hacen mucha falta las decisiones simples pero profundas, firmes pero equilibradas, inmediatas pero con sentido de eternidad.  Cuando en la desesperación se llega a no saber que hacer, entonces es cuando Dios empieza a intervenir a través de la fe, que actúa de manera preferente en los días de desesperación. Uno de los ejemplos más heroicos del poder de la fe en Dios, para vencer la desesperación que produce la carencia de posibilidades, la tuvieron Abraham y Sara su esposa, los patriarcas bíblicos, adultos muy mayores y, aún hoy, es tiempo propicio para que todos lo comprobemos.  

miércoles, 2 de octubre de 2019

ESCUCHAR LO QUE NO SE DICE



Negociar es una actividad esencial y permanente del ser humano, que no se puede separar de él, por formar parte de su naturaleza. Es una función como comer, dormir, hablar, reír y caminar. No es exageración. En el origen de la humanidad, Adán y Eva cometieron graves errores de negociación básica, cuando se dejaron llevar por la astucia de la serpiente (personificación del mal), que les guio a tomar la desastrosa decisión de violar la prohibición establecida en el pacto entre Yahvé y ellos, con lo cual perdieron su patrimonio espiritual, su posición terrenal privilegiada y, como consecuencia, todos sus derechos como ciudadanos predilectos del Edén. Posteriormente, uno de sus hijos, Caín, siguiendo el mal ejemplo de sus padres, procuró reducir el impacto del castigo y obtener ventaja, al negociar con Yahvé Dios, desde su desventajosa posición, cuando fue descubierto el brutal crimen que le había ocasionado a su hermano Abel.

Para saber negociar es necesario saber comunicarse. No es lo único, pero de todos los elementos que participan en la negociación, la buena comunicación es el elemento estrella para lograr buenos resultados.

Un importante elemento de la negociación exitosa, es aprender a escuchar y saber traducir e interpretar todos los signos de comunicación verbal y no verbal que se presentan en la comunicación significativa. Si bien es cierto que las palabras son el componente primario de toda comunicación humana, sean estas habladas o escritas, también lo es el hecho que lo que no se dice, es el factor que puede inclinar siempre una negociación a nuestro favor, cuando se utiliza de forma adecuada y oportuna.

Peter Drucker, el conocido gigante de la filosofía de los negocios del siglo XX dijo una vez que lo más importante en una negociación es escuchar lo que no se dice.

La comunicación no verbal, es decir, los gestos, las miradas y los silencios son elementos de la comunicación que, como es bien sabido, pueden llegar a expresar mucho más que las palabras. Y es que lo que no se dice está cargado de significado, que a la postre es el detonador que impulsará el resultado positivo o negativo de la negociación, de acuerdo a la buena o mala percepción e interpretación que hagamos de él.

Saber escuchar lo que se dice e interpretar los silencios y los gestos de lo que no se dice, constituyen las fuentes de poder en la negociación pues nos permiten adelantarnos en el conocimiento del otro, sea un interlocutor o una audiencia.

Las nuevas tecnologías no solo son un concepto, sino que son una nueva herramienta que nos hace la vida más sencilla y, por lo tanto, nos hace más productivos y eficaces. No obstante, en materia de comunicación, parece que la tendencia es que seamos más independientes, es decir menos sociables y, por ende, menos comunicativos. Si esto es cierto, y yo lo afirmo, la comunicación viva-oral, y, sobre todo la comunicación que no se dice, está siendo desperdiciada, como instrumento vital en la búsqueda y logro de coexistencia social.

El principal problema que nos impide entrar en razón acerca de la gran utilidad de esta poderosa herramienta, es el desconocimiento de lo útil y práctico que es este recurso. La manera de hacernos conscientes de él comienza paradójicamente, cuando reconocemos la verdadera importancia del lenguaje verbal. La regla de oro es: “No basta con hablar, es necesario saber hacerlo”. Si somos buenos y eficaces en el uso de nuestro lenguaje verbal, mucho más lo seremos en el lenguaje no verbal.


viernes, 15 de marzo de 2019

Versión Completa. Conocer el cerebro para vivir mejor. Facundo Manes, ne...



miércoles, 30 de enero de 2019

CONTACTO



Nunca hemos estado tan conectados, pero para muchas personas, entre las cuales me incluyo, esta es la era de la soledad.

Si pudiéramos medir con exactitud la intensidad de los cambios en el orden social en el que nos movemos, uno de los mayores cambios que contiene a su vez un gran peligro en la forma en que vivimos, ha sido el gran aumento en la cantidad de personas que viven solas.

Hay que distinguir entre soledad y aislamiento. Estoy convencido que lo que algunos llaman “la soledad positiva” es necesaria y hasta indispensable para el trabajo creativo. Yo conozco no pocas personas que disfrutan estar solas, y yo también lo disfruto, pero por pocos momentos, hago la aclaración.

La exclusión social y el aislamiento, tanto social como individual, no son buenos. No es bueno que el hombre (y la mujer, por cierto) esté solo, dicta el principio bíblico, en el cual se basa otro no menos fundamental, y que se expresa en términos simples: El ser humano fue creado para estar en relación con los demás. Esto es socialización. Los seres humanos somos criaturas sociales y estamos hambrientos de contacto. Sin él, podemos, literalmente morir.

Hacer contacto, tener conexión, lograr interactuar, son sinónimos de estar vivo, según algunos especialistas. Y no solo de estar vivo, es síntoma de estar sano. La interacción positiva es buena para la salud y para todo lo demás. Un artículo en la revista Science en 1988 señaló que "las relaciones sociales, o la falta relativa de las mismas, constituyen un importante factor de riesgo para la salud, rivalizando con el efecto de factores de riesgo de salud bien establecidos como el tabaquismo, la presión arterial, los lípidos sanguíneos y la obesidad".

"Mejores son dos que uno, porque tienen mejor paga para su trabajo. Porque si cayeren el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante”. Eclesiastés 4:9-10

domingo, 20 de enero de 2019

EL COMODAZO CEREBRO



Resulta más cómodo estar mal informado que buscar la verdad de lo que ha ocurrido. El principal obstáculo para conocer la verdad de un suceso es suponer que se sabe todo con solo oír la primera versión. En la era que vivimos, conocida como la era de la información y la tecnología, resulta cada día más complejo determinar la veracidad de los hechos que nos cuentan las agencias informativas, los medios de comunicación, las redes sociales y hasta la personas comunes y corrientes que caminan a nuestro lado. Para conocer la veracidad de cualquier hecho hay que tomar tiempo para investigar y, además, saber hacerlo. La avalancha de información que circula en todos los campos de la vida cotidiana, pública y privada, está eliminando los espacios de investigación y análisis serio y concienzudo. Cada día el ciudadano común está más propenso a contaminarse con el virus de las falsas verdades que circulan a su alrededor.  Investigar la veracidad de los sucesos significa que, para mantenerse alejados de todo tipo de temores, miedos y fatalismos infundados, producidos muchas veces por las medias verdades transmitidas a diario por los medios de comunicación, las redes sociales y las personas desinformadas, es indispensable desarrollar buenos hábitos de aprendizaje. Saber preguntar, hacerlo a la persona autorizada, esperar antes de decidir impulsados por la presión, tomarse el tiempo para pensar y para construir argumentos sólidos antes de tomar partido en cualquier discusión, son algunos elementos básicos que, practicados reiterada y oportunamente, contribuirán a la búsqueda y encuentro de la verdad objetiva que vive en medio de nosotros, pero que no se deja conocer a simple vista. 
El cerebro humano sigue siendo materia de investigación excepcional por parte de los científicos y, aún dista mucho tiempo para que dicha investigación finalice. Si el cerebro ha sido hecho por el Dios Creador y Eterno, resulta obvio concluir que es infinito el verdadero potencial del funcionamiento de este maravilloso órgano. 


Por lo pronto se sabe, gracias al avance de la ciencia especializada, que el cerebro es bueno para aprender globalmente, pero no es amigo de los detalles. Es decir, al cerebro humano le resulta fácil y cómodo enterarse de una situación de manera general y amplia, pero hay que enseñarle a trabajar en los asuntos que requieren cuidado, investigación, análisis y esfuerzo. El cerebro es un “comodazo” y hay que enseñarle a trabajar, encauzándolo mediante el señalamiento de las condiciones de operación, método, y que lo haga de manera concentrada, repetida y persistente. La repetición y la persistencia son los métodos más eficaces para el aprendizaje y desaprendizaje de hábitos de conducta, que el cerebro requiere para el logro de la armonía funcional del proceso de producción, conocido bíblicamente como renovación de la mente:  el intelecto, las emociones y el producto final: la voluntad.