domingo, 20 de enero de 2019

EL COMODAZO CEREBRO

Resulta más cómodo estar mal informado que buscar la verdad de lo que ha ocurrido. El principal obstáculo para conocer la verdad de un suceso es suponer que se sabe todo con solo oír la primera versión. En la era que vivimos, conocida como la era de la información y la tecnología, resulta cada día más complejo determinar la veracidad de los hechos que nos cuentan las agencias informativas, los medios de comunicación, las redes sociales y hasta la personas comunes y corrientes que caminan a nuestro lado. Para conocer la veracidad de cualquier hecho hay que tomar tiempo para investigar y, además, saber hacerlo. La avalancha de información que circula en todos los campos de la vida cotidiana, pública y privada, está eliminando los espacios de investigación y análisis serio y concienzudo. Cada día el ciudadano común está más propenso a contaminarse con el virus de las falsas verdades que circulan a su alrededor.  Investigar la veracidad de los sucesos significa que, para mantenerse alejados de todo tipo de temores, miedos y fatalismos infundados, producidos muchas veces por las medias verdades transmitidas a diario por los medios de comunicación, las redes sociales y las personas desinformadas, es indispensable desarrollar buenos hábitos de aprendizaje. Saber preguntar, hacerlo a la persona autorizada, esperar antes de decidir impulsados por la presión, tomarse el tiempo para pensar y para construir argumentos sólidos antes de tomar partido en cualquier discusión, son algunos elementos básicos que, practicados reiterada y oportunamente, contribuirán a la búsqueda y encuentro de la verdad objetiva que vive en medio de nosotros, pero que no se deja conocer a simple vista. 
El cerebro humano sigue siendo materia de investigación excepcional por parte de los científicos y, aún dista mucho tiempo para que dicha investigación finalice. Si el cerebro ha sido hecho por el Dios Creador y Eterno, resulta obvio concluir que es infinito el verdadero potencial del funcionamiento de este maravilloso órgano. 


Por lo pronto se sabe, gracias al avance de la ciencia especializada, que el cerebro es bueno para aprender globalmente, pero no es amigo de los detalles. Es decir, al cerebro humano le resulta fácil y cómodo enterarse de una situación de manera general y amplia, pero hay que enseñarle a trabajar en los asuntos que requieren cuidado, investigación, análisis y esfuerzo. El cerebro es un “comodazo” y hay que enseñarle a trabajar, encauzándolo mediante el señalamiento de las condiciones de operación, método, y que lo haga de manera concentrada, repetida y persistente. La repetición y la persistencia son los métodos más eficaces para el aprendizaje y desaprendizaje de hábitos de conducta, que el cerebro requiere para el logro de la armonía funcional del proceso de producción, conocido bíblicamente como renovación de la mente:  el intelecto, las emociones y el producto final: la voluntad. 

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