Aprendiendo a Vivir

"Nunca Pierda la dulzura de su carácter"

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miércoles, 2 de octubre de 2019

ESCUCHAR LO QUE NO SE DICE



Negociar es una actividad esencial y permanente del ser humano, que no se puede separar de él, por formar parte de su naturaleza. Es una función como comer, dormir, hablar, reír y caminar. No es exageración. En el origen de la humanidad, Adán y Eva cometieron graves errores de negociación básica, cuando se dejaron llevar por la astucia de la serpiente (personificación del mal), que les guio a tomar la desastrosa decisión de violar la prohibición establecida en el pacto entre Yahvé y ellos, con lo cual perdieron su patrimonio espiritual, su posición terrenal privilegiada y, como consecuencia, todos sus derechos como ciudadanos predilectos del Edén. Posteriormente, uno de sus hijos, Caín, siguiendo el mal ejemplo de sus padres, procuró reducir el impacto del castigo y obtener ventaja, al negociar con Yahvé Dios, desde su desventajosa posición, cuando fue descubierto el brutal crimen que le había ocasionado a su hermano Abel.

Para saber negociar es necesario saber comunicarse. No es lo único, pero de todos los elementos que participan en la negociación, la buena comunicación es el elemento estrella para lograr buenos resultados.

Un importante elemento de la negociación exitosa, es aprender a escuchar y saber traducir e interpretar todos los signos de comunicación verbal y no verbal que se presentan en la comunicación significativa. Si bien es cierto que las palabras son el componente primario de toda comunicación humana, sean estas habladas o escritas, también lo es el hecho que lo que no se dice, es el factor que puede inclinar siempre una negociación a nuestro favor, cuando se utiliza de forma adecuada y oportuna.

Peter Drucker, el conocido gigante de la filosofía de los negocios del siglo XX dijo una vez que lo más importante en una negociación es escuchar lo que no se dice.

La comunicación no verbal, es decir, los gestos, las miradas y los silencios son elementos de la comunicación que, como es bien sabido, pueden llegar a expresar mucho más que las palabras. Y es que lo que no se dice está cargado de significado, que a la postre es el detonador que impulsará el resultado positivo o negativo de la negociación, de acuerdo a la buena o mala percepción e interpretación que hagamos de él.

Saber escuchar lo que se dice e interpretar los silencios y los gestos de lo que no se dice, constituyen las fuentes de poder en la negociación pues nos permiten adelantarnos en el conocimiento del otro, sea un interlocutor o una audiencia.

Las nuevas tecnologías no solo son un concepto, sino que son una nueva herramienta que nos hace la vida más sencilla y, por lo tanto, nos hace más productivos y eficaces. No obstante, en materia de comunicación, parece que la tendencia es que seamos más independientes, es decir menos sociables y, por ende, menos comunicativos. Si esto es cierto, y yo lo afirmo, la comunicación viva-oral, y, sobre todo la comunicación que no se dice, está siendo desperdiciada, como instrumento vital en la búsqueda y logro de coexistencia social.

El principal problema que nos impide entrar en razón acerca de la gran utilidad de esta poderosa herramienta, es el desconocimiento de lo útil y práctico que es este recurso. La manera de hacernos conscientes de él comienza paradójicamente, cuando reconocemos la verdadera importancia del lenguaje verbal. La regla de oro es: “No basta con hablar, es necesario saber hacerlo”. Si somos buenos y eficaces en el uso de nuestro lenguaje verbal, mucho más lo seremos en el lenguaje no verbal.


viernes, 15 de marzo de 2019

Versión Completa. Conocer el cerebro para vivir mejor. Facundo Manes, ne...



miércoles, 30 de enero de 2019

CONTACTO



Nunca hemos estado tan conectados, pero para muchas personas, entre las cuales me incluyo, esta es la era de la soledad.

Si pudiéramos medir con exactitud la intensidad de los cambios en el orden social en el que nos movemos, uno de los mayores cambios que contiene a su vez un gran peligro en la forma en que vivimos, ha sido el gran aumento en la cantidad de personas que viven solas.

Hay que distinguir entre soledad y aislamiento. Estoy convencido que lo que algunos llaman “la soledad positiva” es necesaria y hasta indispensable para el trabajo creativo. Yo conozco no pocas personas que disfrutan estar solas, y yo también lo disfruto, pero por pocos momentos, hago la aclaración.

La exclusión social y el aislamiento, tanto social como individual, no son buenos. No es bueno que el hombre (y la mujer, por cierto) esté solo, dicta el principio bíblico, en el cual se basa otro no menos fundamental, y que se expresa en términos simples: El ser humano fue creado para estar en relación con los demás. Esto es socialización. Los seres humanos somos criaturas sociales y estamos hambrientos de contacto. Sin él, podemos, literalmente morir.

Hacer contacto, tener conexión, lograr interactuar, son sinónimos de estar vivo, según algunos especialistas. Y no solo de estar vivo, es síntoma de estar sano. La interacción positiva es buena para la salud y para todo lo demás. Un artículo en la revista Science en 1988 señaló que "las relaciones sociales, o la falta relativa de las mismas, constituyen un importante factor de riesgo para la salud, rivalizando con el efecto de factores de riesgo de salud bien establecidos como el tabaquismo, la presión arterial, los lípidos sanguíneos y la obesidad".

"Mejores son dos que uno, porque tienen mejor paga para su trabajo. Porque si cayeren el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante”. Eclesiastés 4:9-10

domingo, 20 de enero de 2019

EL COMODAZO CEREBRO



Resulta más cómodo estar mal informado que buscar la verdad de lo que ha ocurrido. El principal obstáculo para conocer la verdad de un suceso es suponer que se sabe todo con solo oír la primera versión. En la era que vivimos, conocida como la era de la información y la tecnología, resulta cada día más complejo determinar la veracidad de los hechos que nos cuentan las agencias informativas, los medios de comunicación, las redes sociales y hasta la personas comunes y corrientes que caminan a nuestro lado. Para conocer la veracidad de cualquier hecho hay que tomar tiempo para investigar y, además, saber hacerlo. La avalancha de información que circula en todos los campos de la vida cotidiana, pública y privada, está eliminando los espacios de investigación y análisis serio y concienzudo. Cada día el ciudadano común está más propenso a contaminarse con el virus de las falsas verdades que circulan a su alrededor.  Investigar la veracidad de los sucesos significa que, para mantenerse alejados de todo tipo de temores, miedos y fatalismos infundados, producidos muchas veces por las medias verdades transmitidas a diario por los medios de comunicación, las redes sociales y las personas desinformadas, es indispensable desarrollar buenos hábitos de aprendizaje. Saber preguntar, hacerlo a la persona autorizada, esperar antes de decidir impulsados por la presión, tomarse el tiempo para pensar y para construir argumentos sólidos antes de tomar partido en cualquier discusión, son algunos elementos básicos que, practicados reiterada y oportunamente, contribuirán a la búsqueda y encuentro de la verdad objetiva que vive en medio de nosotros, pero que no se deja conocer a simple vista. 
El cerebro humano sigue siendo materia de investigación excepcional por parte de los científicos y, aún dista mucho tiempo para que dicha investigación finalice. Si el cerebro ha sido hecho por el Dios Creador y Eterno, resulta obvio concluir que es infinito el verdadero potencial del funcionamiento de este maravilloso órgano. 


Por lo pronto se sabe, gracias al avance de la ciencia especializada, que el cerebro es bueno para aprender globalmente, pero no es amigo de los detalles. Es decir, al cerebro humano le resulta fácil y cómodo enterarse de una situación de manera general y amplia, pero hay que enseñarle a trabajar en los asuntos que requieren cuidado, investigación, análisis y esfuerzo. El cerebro es un “comodazo” y hay que enseñarle a trabajar, encauzándolo mediante el señalamiento de las condiciones de operación, método, y que lo haga de manera concentrada, repetida y persistente. La repetición y la persistencia son los métodos más eficaces para el aprendizaje y desaprendizaje de hábitos de conducta, que el cerebro requiere para el logro de la armonía funcional del proceso de producción, conocido bíblicamente como renovación de la mente:  el intelecto, las emociones y el producto final: la voluntad.