miércoles, 30 de enero de 2019

CONTACTO

Nunca hemos estado tan conectados, pero para muchas personas, entre las cuales me incluyo, esta es la era de la soledad.

Si pudiéramos medir con exactitud la intensidad de los cambios en el orden social en el que nos movemos, uno de los mayores cambios que contiene a su vez un gran peligro en la forma en que vivimos, ha sido el gran aumento en la cantidad de personas que viven solas.

Hay que distinguir entre soledad y aislamiento. Estoy convencido que lo que algunos llaman “la soledad positiva” es necesaria y hasta indispensable para el trabajo creativo. Yo conozco no pocas personas que disfrutan estar solas, y yo también lo disfruto, pero por pocos momentos, hago la aclaración.

La exclusión social y el aislamiento, tanto social como individual, no son buenos. No es bueno que el hombre (y la mujer, por cierto) esté solo, dicta el principio bíblico, en el cual se basa otro no menos fundamental, y que se expresa en términos simples: El ser humano fue creado para estar en relación con los demás. Esto es socialización. Los seres humanos somos criaturas sociales y estamos hambrientos de contacto. Sin él, podemos, literalmente morir.

Hacer contacto, tener conexión, lograr interactuar, son sinónimos de estar vivo, según algunos especialistas. Y no solo de estar vivo, es síntoma de estar sano. La interacción positiva es buena para la salud y para todo lo demás. Un artículo en la revista Science en 1988 señaló que "las relaciones sociales, o la falta relativa de las mismas, constituyen un importante factor de riesgo para la salud, rivalizando con el efecto de factores de riesgo de salud bien establecidos como el tabaquismo, la presión arterial, los lípidos sanguíneos y la obesidad".

"Mejores son dos que uno, porque tienen mejor paga para su trabajo. Porque si cayeren el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante”. Eclesiastés 4:9-10

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