viernes, 22 de abril de 2016

LA EDAD MADURA

La edad madura del hombre es una época que se extiende entre los treinta  y cinco años y puede llegar hasta más allá de los sesenta, siendo  un  poco diferente para la mujer, pues es reconocido que el proceso de desarrollo de ellas ocurre de forma mucho más vertiginosa y prematura que en el hombre. También se trata de un estado de ánimo en el que, a menudo, la persona experimenta un cambio en sus valores, sus creencias, sus costumbres, su vocación, su trabajo,  y hasta su forma de encarar las decisiones más simples.  Es un período en el que se “enfrenta cara cara con sus sueños, logros, metas y relaciones cumplidas y no cumplidas” (Wright, 1993)



Es un proceso natural pues a medida que una persona siente el paso del tiempo entra en conflicto con muchas de sus anteriores formas de enfrentar la vida. No obstante, también es una oportunidad de desarrollar el potencial propio y de aceptar nuevos desafíos y nueva dirección para la vida. A la vez, es un tiempo de gran responsabilidad en la toma de decisiones en los negocios, el trabajo, la familia, Dios, la sociedad, los amigos. Tal como lo dice un experto: es el tiempo de darse cuenta de las nuevas posibilidades y limitaciones.

Sé de qué estoy hablando y podría encabezar este artículo en primera persona. Pero lo resumiré con  una frase y una anécdota que me ocurrió cuando en  mi portal de facebook, en el que he puesto una foto mía reciente, recibí un mensaje así: si usted es César, el compañero de mi escuela secundaria, identifíquese de otra manera para poderlo reconocer. La frase es ésta: La edad madura es cuando los antiguos compañeros de estudios de uno están tan canosos, arrugados y calvos que no los puedes reconocer ni  tampoco ellos a ti. 
No pretendo soslayar que el deterioro es una constante que está presente en casi todas las actividades de la edad madura, pero tampoco se puede desconocer que en ésta época se está en la mejor disposición de establecer los ajustes que antes, por aquello de la prisa, empeño, esfuerzo en alcanzar las metas, no hicimos o no se sabía cómo hacerlo.
 

Durante la edad madura hay que trabajar en varias áreas de ajuste. Una de ellas es la capacidad física. En este período hay una disminución natural de fuerza física, de aguante, de “atractivo juvenil”, sin embargo, la capacidad de discernimiento y de sabiduría  está aumentando y, por tanto, se convierte en un sustituto poderoso de muchas cosas.
Otra área de ajuste es aprender a ser flexibles emocionalmente, si no se ha aprendido antes. No hay que esperar a que los propios padres mueran, o los hijos deban separarse del hogar, o a recibir la noticia de la muerte de otras personas cercanas de la misma edad para construir, afirmar o fortalecer lazos emocionales sanos y fuertes, es decir, sin dependencias enfermizas, dentro de los límites que permitan los principios y valores imperecederos en los que siempre se debe estar apoyado. 


El sentido de utilidad es otra área de ajuste importante en la edad madura. Siempre se tiene la tendencia y  hasta la obligación de vivir la vida siendo útiles al otro. Es una forma de asumir el rol de proveedores responsables y productivos. Es una ley de la vida y no puede ser burlada. Pero en  la edad madura, como en otras épocas, el sentido de utilidad va a girar, o debería girar en torno a uno mismo, antes que alrededor de los demás. La sentencia bíblica en labios del Señor Jesucristo habla por sí sola: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más importante y  primero de los mandamientos. Pero hay un segundo, parecido a este; dice: Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22: 37-39) Dhh. Muy claro. El sano amor a sí (no confundirlo con egocentrismo extremo) es indispensable e insustituible  para poder experimentar el amor de Dios y el amor por los demás. 

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