Aprendiendo a Vivir

"Nunca Pierda la dulzura de su carácter"

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martes, 17 de octubre de 2017

SOBRE EL HURACAN IRMA




“Esta experiencia me va a durar toda la vida. Estoy al límite”.
Estas fueron declaraciones de una periodista atemorizada, mientras conducía su auto junto a sus hijas, y transmitía en vivo desde su celular su propia evacuación de la ciudad de Miami, luego de recibir la orden de las autoridades, ante la proximidad del poderoso huracán Irma. Para ese momento aún se desconocía la verdadera dimensión del peligro pues  ni siquiera los expertos meteorólogos se atrevían a pronosticar con alguna certeza lo que se avecinaba. Era un fenómeno totalmente inédito.

“Dejé todo lo que tenía, casa, trabajo y aquí estoy con mis hijas que es todo lo que tengo mientras no sé hacia dónde me dirijo”. Fueron estas las palabras expresadas por la radio en directo, por una periodista que, entre sus miedos personales, su  instinto maternal y su responsabilidad profesional trataba de enfrentar la difícil situación, nunca vivida hasta ahora: la total incertidumbre de su futuro inmediato y la proximidad de su propia muerte.
No es nada nuevo, pero sin lugar a dudas nunca como ahora  el ser humano se ha tenido que enfrentar, con tanta urgencia  a la mega dimensión, multiplicidad escénica, sorprendente inmediatez e impredecible espectacularidad de los acontecimientos del día a día,  con los que está conectado en vivo y en directo desde cualquier parte del mundo y en el preciso instante en que los hechos se suceden.  No hay tiempo para valorar el peso específico de una catástrofe porque ni siquiera los expertos pueden hacerlo, debido al tamaño y desproporción de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor, sea por causa humana o por un evento de la naturaleza.
Un huracán, un terremoto, una inundación, la pérdida de vidas humanas por la explosión de una bomba, el sórdido deambular de millares de personas por todo un continente o el más leve suceso en el que se describe el dolor que puede conmover el espíritu humano obligan a contestarse a cada instante,  la vieja pregunta, aún vigente desde Adán: ¿Dónde estás tú?


Al igual que los ciclones de poder nunca antes vivido, que han irrumpido en el Caribe el presente año, retan nuestros más profundos miedos, también nuestra capacidad cognitiva y racional se convierte en un frenético dolor de cabeza cuando tratamos de entender mediante sana lógica, al menos una parte de las decisiones alocadas, impredecibles y cuotidianas de la gran mayoría de los líderes mundiales de la actualidad.
Nos mantenemos al límite de nuestros miedos a cada instante. Miedo a perder el control, miedo a no saber dónde estamos, miedo a quedarnos de pronto sin argumentos como le sucedió a Natalia Espinoza, cuando tuvo que abandonar intempestivamente su rol de periodista autosuficiente,  obligada siempre a conservar el control en público, para afrontar su propio drama en vivo enfrente de su auditorio: “qué ha sido de mi vida hasta hoy y qué es lo que realmente me vivifica y me da valor”
Blaise Pascal dijo: "En el corazón de todo hombre existe un vacío que tiene la forma de Dios. Este vacío no puede ser llenado por ninguna cosa creada. Él puede ser llenado únicamente por Dios, hecho conocido mediante Cristo Jesús."
No es posible trazar todas las coordenadas para obtener las respuestas de todas las preguntas y obtener la paz que nos provea verdadera seguridad. Pero lo primero sigue siendo lo primero: ¿Dónde estamos con respecto a Dios (con mayúscula y sin apellido)?