Aprendiendo a Vivir

"Nunca Pierda la dulzura de su carácter"

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domingo, 11 de febrero de 2018

LA VICTORIA




Steven Covey dice que un hábito se forma por la confluencia equilibrada y repetida de tres actitudes: conocimiento (por qué o para qué hago lo que hago), capacidad (el hacer lo que pretendo hacer) y deseo (querer hacer lo que debo hacer). Cierto amigo me comentó la lucha que ha vivido con varios compañeros de trabajo un poco menores en edad que él. Estos jóvenes se aliaron, según mi amigo, en su contra y, sin mediar ninguna causa justificada o, al menos evidente, aislaron de toda comunicación relacional a mi amigo hasta hacerlo “invisible”, según sus propias palabras.  Mientras nos tomábamos un café, mi amigo y yo recordamos un importante consejo: “El conocimiento del problema entraña la comprensión adecuada del mismo, o por lo menos, de los límites”. El problema es el problema, dice Covey. Cuando no se conoce qué es lo que sucede con el rival, o con la situación que se adversa, difícilmente se logra superarla.  Esto incluye el conocimiento y posterior comprensión de las necesidades y preocupaciones de la otra parte en el conflicto. Aquí radica, dicho en simples términos, el éxito de todo proceso de relaciones interpersonales. Es buscar el foco del problema y no tan solo los síntomas. Es cierto, cuando se conoce el problema y todo lo que lo envuelve se está en el camino de obtener la victoria.  


Conocer y comprender la situación adversa y/o al adversario, provee los elementos para adquirir el poder (capacidad) para iniciar de forma sostenible y productiva, la acción reparadora, o la protección que neutralice los efectos dañinos del estímulo amenazante. Si no podemos hacer algo para cambiar al otro, no permitir que ese otro nos dañe. Es tanto como responder con asertividad. ¿contra qué o quién, realmente, estamos peleando? 

Ha pasado algún tiempo y he vuelto a reunirme con mi amigo, quien me comenta su victoria al poner en práctica los sencillos términos de este importante consejo. Empecé a trabajar en mí, inicialmente, dice, me propuse iniciar un compromiso conmigo a manera de victoria privada como dice Covey de ESTRECHAR LAZOS y, de acuerdo a la Biblia, estar en paz, de ser posible, con todos. No hay mejor motivación (deseo) para hacer algo que tener el conocimiento y la capacidad para hacerlo. El ánimo de continuar trabajando en la misión de ESTRECHAR LAZOS me ha dejado en el comienzo de una nueva etapa de la misión laboral, y es la de marcar las distancias, con rayas amarillas sobre el pavimento y no con bloques de cemento. Estrechar lazos con mi Creador, con mi mismo y con mi prójimo, me hace libre de ataduras y relaciones tóxicas, así como me libera de cargas de personalidad que me impidan desarrollar todo el potencial del que dispongo en todas las áreas de mi vida: físicas, emocionales, intelectuales, sociales y espirituales. Estoy haciendo mi mejor esfuerzo, pero no estoy llamado a realizar lo que no puedo, hasta que ponga en marcha todos mis recursos, y de esta forma obtener la verdadera victoria sobre la única persona con la que estoy obligado a vivir toda la vida: yo. Esta victoria llegará cuando se empiece por interiorizar que la medida máxima de un hombre no radica en la posición que asume en tiempos de comodidad, control o conveniencia, sino en la posición que asume en tiempos de reto y controversia. “Eres de baja calidad si no puedes soportar la presión de la adversidad”. Proverbios 24:10 LBD.  

LA IMPORTANCIA DE LOS SILENCIOS




En la música existen varias clases de silencios dependiendo de la nota musical a que se refieran: silencios para la negra, silencios para la corchea etc. Los silencios musicales permiten el descanso de los músicos y cantantes y la separación de las diferentes frases musicales. Xavier Guit dice que el silencio también es comunicación y, por lo tanto, cuando una persona calla también está comunicando un mensaje. La vida tiene momentos difíciles en los cuales, muchas veces no sabemos qué se debe hacer o dejar de hacer: un corazón roto por una traición, darse cuenta que el empleo soñado no lo es tanto; alguien fue borrado sorpresivamente de la lista de amigos (as); la buena salud se transforma en lo contrario de repente, son algunas de las situaciones que se presentan sin previo aviso y que obligan a toda persona a revisar el curso de acción, de inmediato. Todo el ruido, armónico o estridente que haya sido el ritmo de la vida hasta ese momento, parece caer en un repentino silencio que puede durar un día, un mes y hasta varios meses.  Es como si de pronto todo perdiera sentido y así como en la comunicación interpersonal, la mejor forma de no hacer el ridículo diciendo barbaridades es mantener el silencio, mientras los que saben o dicen saber exponen sus argumentos, así en la vida los momentos difíciles, los sufrimientos, las derrotas o los fracasos, nos dan la oportunidad para guardar silencio, es decir, tomar un respiro, revisar el camino, afirmar o corregir nuestras creencias y, por fin, aprender de nosotros mismos y reiniciar la marcha.  


Cuando cierto hombre cumplió cincuenta años, fue agasajado por sus amigos cercanos y unos cuantos invitados. En medio de la reunión y cuando ésta pasaba por el mejor momento de efervescencia, una amiga se le acercó y le hizo una pregunta sin importancia: ¿Cómo te sientes en este momento? Respondió lo primero que se le vino a la cabeza, pero cuando pudo poner la pregunta en perspectiva, descubrió la realidad de su situación actual: había caminado o corrido los últimos años sin ser consciente de la importancia de ser él quien debía haber sido el primero que debía haber disfrutado lo que hasta ahora le había costado mucho lograr. Los silencios en la vida, al igual que sucede con los silencios en la música o en la comunicación interpersonal son necesarios y hasta indispensables, pues de ellos depende, si se saben utilizar apropiadamente, que el tiempo y los resultados de la vida sean los que hagan de ella un camino feliz y duradero. Existen tres preguntas magistrales que sirven de guía efectiva para aprovechar ese momento de silencio crucial y aprender que, como en la música, la melodía no ha concluido porque la orquesta aún está en acción, la partitura indica que la melodía se ha interrumpido, pero no ha concluido, pues el Compositor, Dios, el Creador de ella sabe lo que sigue y lo que quiere. Es el momento para ver con los ojos de la fe, y preguntarse de manera sincera y profunda: ¿Qué estoy haciendo realmente? ¿De dónde vengo realmente? ¿Hacia dónde me dirijo realmente?