La amistad debe mantenerse y cultivarse en cualquier etapa de la vida. Soy un hombre mayor de 60 años y no me avergüenza reconocer a “esta hora del partido”, dicho de manera proverbial, que me cuesta un mundo, establecer y desarrollar conexiones con cualquier persona, con miras a construir una relación firme. Ahora, es poco menos que una verdadera odisea.
En un estudio de la longevidad que se realizó con personas mayores de 70 años en Australia se concluyó que las personas que contaban con una red de buenos amigos aumentaban la esperanza de vida más que las relaciones con familiares. Esto no quiere decir que las relaciones con la familia no sean importantes pero en este caso esas relaciones no se eligen, mientras que los amigos sí, lo que fomenta que se desarrollen determinados sentimientos que hacen de la amistad un importante valor para alargar la vida.
Nadie discute la importancia de los vínculos afectivos con personas cercanas y su efecto poderoso en el ser humano. Sin embargo, no son muchos los casos conocidos de amigos que han mantenido su relación, de forma vigorosa y productiva, con el paso de los años, es decir, de los muchos años.
Y esto ¿por qué? El paso de los años constituye el mejor filtro para depurar, motivar, terminar o reiniciar una relación de amistad. Produce cierto embarazo emocional hacer un recuento de las amistades que hemos dejado a lo largo del camino. Esto no nos sucedió cuando éramos jóvenes porque en aquella época tener planes y realizarlos, era más importante que tener amigos. Estos se hacían y se deshacían con la misma rapidez con que aparecían nuevos intereses. Por supuesto que podemos recordar unas cuantas excepciones. En síntesis, las amistades no eran tan importantes como nuestros planes, casi siempre enmarcados por un poderoso sentido de egocentrismo. Éramos nosotros y los demás. La amistad se debía someter a nuestro capricho, sea cual hubiera sido nuestro interés en ese momento.
En un estudio de la longevidad que se realizó con personas mayores de 70 años en Australia se concluyó que las personas que contaban con una red de buenos amigos aumentaban la esperanza de vida más que las relaciones con familiares. Esto no quiere decir que las relaciones con la familia no sean importantes pero en este caso esas relaciones no se eligen, mientras que los amigos sí, lo que fomenta que se desarrollen determinados sentimientos que hacen de la amistad un importante valor para alargar la vida.
Nadie discute la importancia de los vínculos afectivos con personas cercanas y su efecto poderoso en el ser humano. Sin embargo, no son muchos los casos conocidos de amigos que han mantenido su relación, de forma vigorosa y productiva, con el paso de los años, es decir, de los muchos años.
Y esto ¿por qué? El paso de los años constituye el mejor filtro para depurar, motivar, terminar o reiniciar una relación de amistad. Produce cierto embarazo emocional hacer un recuento de las amistades que hemos dejado a lo largo del camino. Esto no nos sucedió cuando éramos jóvenes porque en aquella época tener planes y realizarlos, era más importante que tener amigos. Estos se hacían y se deshacían con la misma rapidez con que aparecían nuevos intereses. Por supuesto que podemos recordar unas cuantas excepciones. En síntesis, las amistades no eran tan importantes como nuestros planes, casi siempre enmarcados por un poderoso sentido de egocentrismo. Éramos nosotros y los demás. La amistad se debía someter a nuestro capricho, sea cual hubiera sido nuestro interés en ese momento.
Ahora, en la vejez, muchos de los planes se han cumplido y otros los hemos perdido, o lo que es lo mismo, hemos perdido la pasión y el interés por cumplirlos, y cuando nos detenemos a observar el panorama a nuestro alrededor, descubrimos la falta que nos hace ahora el amigo olvidado, aquel que dejamos o nos dejó orillados a la vera del camino, por un absurdo malentendido, o al que nos decepcionó o decepcionamos. Casi nada hiere tanto como ser traicionado por un amigo, y entonces la amistad se transformó en enemistad, la misma que nos impulsaba a cambiarnos de acera para no coincidir con la misma persona que días antes nos hacía falta frecuentar. Hoy nos duele el vacío que dejó el amigo olvidado y la mala valoración que hicimos en su momento de aquello que hoy, si lo tuviéramos, nos alargaría la vida, en opinión de los expertos.
Diversos estudios han mostrado la importancia que los vínculos tanto familiares como no familiares que brindan algún tipo de apoyo, tienen en el bienestar integral durante la vejez. Entre ellos, las relaciones de amistad han sido identificadas entre los vínculos centrales que conforman la red en esta etapa de la vida.
La amistad otorga apoyo emocional y seguridad. Nos ayuda a mantener la autoestima alta, y favorece la integración social. Las personas se sienten acompañadas, se evita la soledad aunque no exista una relación continua, y nos da apoyo en los momentos difíciles.
“Más valen dos que uno, pues mayor provecho obtienen de su trabajo. Y si uno de ellos cae, el otro lo levanta. ¡Pero ay del que cae estando solo, pues no habrá quien lo levante!” Eclesiastés 4: 1
El fomento de la socialización y el establecimiento de relaciones interpersonales en las personas mayores resultan imprescindibles para potenciar una vida activa lo que redunda en una mejoría del bienestar físico y emocional. Son muchos los estudios que se han hecho para comprobar los beneficios de la sociabilización, en ellos se demuestra que en las personas mayores tiene efectos favorables en enfermedades crónicas y la prevención de patologías de la esfera psico-social como la depresión o la ansiedad.
Les dejo esta canción de Alberto Cortez por si alguno de ustedes ha aprendido, nunca es tarde, a valorar la importancia de la amistad en la vejez, y al mismo tiempo el mensaje que conlleva el reinicio de una nueva aventura, que puede empezar ahora mismo, con quien sea tu prójimo.