Aprendiendo a Vivir

"Nunca Pierda la dulzura de su carácter"

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martes, 15 de septiembre de 2020

UNA MIRADA AL PROBLEMA MÁS AGOBIANTE



El problema más discutido en la actualidad es el coronavirus. Da la sensación de que todo el mundo tiene fiebre por su causa. La palabra corona proviene del latín por un préstamo del griego y significa ‘láurea o corona triunfal’. Son numerosos los comentarios, las discusiones, las entrevistas con expertos y políticos que giran en torno a este tema, aunque dejan “fuera de juego” a Dios y su Palabra. Esto me hace pensar en la declaración del Señor: “He aquí que yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo” (Ap. 3:20

¿No son los eventos actuales un “golpeteo” del Señor a la puerta del mundo o incluso a la de nuestros corazones? La Biblia tiene mucho que decirnos, pues ésta afecta todos los aspectos de nuestras vidas y nos conduce siempre hacia la verdad. Por lo tanto, basado en las Sagradas Escrituras, elegiré un pensamiento que arroje luz sobre la presente situación del coronavirus.

Hablemos acerca de la impotencia de los seres humanos. El hombre, que creía tener el control de todas las cosas, está siendo ahora dominado y sacudido por un vaivén de acontecimientos.

Los países cierran sus fronteras, los supermercados están desiertos, y los geles desinfectantes se agotan. La población mundial reacciona con pánico ante el coronavirus. Al mismo tiempo, se hace evidente la falta de escrúpulos. En algunos lugares, los desinfectantes se venden a precios desmedidos. Muchas personas pretenden sacar ventaja de la necesidad ajena. Hace poco leí una frase que me pareció muy acertada: “Cuando la codicia humana pueda ser vencida, todos los demás problemas podrán ser vencidos”.

Con cuánta rapidez se hunde el suelo debajo de nuestros pies y perdemos el equilibrio. De repente nos enteramos de que unas pequeñísimas partículas (virus) sacuden al mundo entero. Comenzamos a reconocer de manera súbita nuestras limitaciones y vemos cómo, en toda circunstancia, nuestro ser pende de un hilo, incluso si no existiera el coronavirus. El hombre es inestable porque no está cimentado en Dios.

Jesús lo resume en una de sus parábolas, donde compara la vida sin un fundamento firme en él con una casa construida sobre la arena: cuando la lluvia, los ríos y los vientos la golpean, sus débiles cimientos hacen que se derrumbe (Mateo 7:24-25).

Esto no significa que por estar cimentados en Dios seamos imprudentes o irresponsables, sino que podemos estar tranquilos frente a la tormenta, pues tenemos nuestro fundamento en el Todopoderoso. Jesús compara esto último con una casa construida sobre las rocas que no puede ser derribada por la lluvia, los ríos o las tormentas (Mateo 7:26-27).

El Dios Todopoderoso está siendo desplazado cada vez más de nuestra conciencia, siendo eliminado de nuestros corazones, familias, escuelas y vida pública. La gente se burla de él y dice no necesitarlo. Es así como uno mismo socava sus propios cimientos y construye sobre la arena. Sin el Creador, sin el Todopoderoso, sin aquel que tiene el mundo en sus manos, carecemos de un apoyo firme para nuestra alma. Es por eso que la Biblia dice: “Buscad al Señor y su fortaleza; buscad su rostro continuamente”. (Sal. 105:4).


sábado, 28 de marzo de 2020

NOSOSTROS LOS DE LA POBLACION EN RIESGO



Pertenezco a una población en riesgo en la época del coronavirus. ¿Qué significa esto? Significa que soy un problema, entre otras cosas. Soy un problema porque puedo contagiar a alguien o porque puedo ser contagiado de alguien, en cualquier forma. Pero poco a poco he ido entendiendo la cara buena de esta mala noticia. Y es que, por ser un adulto mayor, como se dice de manera elegante, los supermercados han dispuesto un horario preferencial para nosotros, lo que quiere decir que solo se permite entrar a esos lugares a horas determinadas y previo la presentación de la cédula.  

Estoy obligado a permanecer todo el tiempo, dentro de las cuatro paredes de mi casa debido a la presente pandemia (quiero decir que estoy muy a gusto dentro de ella), y creo que la situación se agrava y según las declaraciones de las autoridades de salud todo va a ponerse peor en los próximos días.  

 Es interesante llegar a la mayoría de edad y descubrir que se es parte de la sociedad, en la clasificación de “población de riesgo”, es decir, que puedo causar problemas apenas alguien se me acerca. Casi toda la vida había creído que yo no era un sujeto que causaba problemas a nadie. Pero esto ha sido desmentido a raíz de la pandemia del coronavirus. Sí, causo muchos problemas y por eso debo permanecer aislado, lejos del contacto con gente. Soy una víctima potencial (término que usan las autoridades) que puedo contagiar con solo estar en contacto con un niño, o con un adolescente, por el solo hecho de hablarle o de acercarme a alguien a más de un metro de distancia.  

Y yo que pensé, que a medida que me acercaba a la edad adulta iba a convertirme en una persona sabia, o cuando menos, experimentada que tuviera por ese sólo hecho muchas cosas que enseñar a los niños, a los adolescentes y a quienes quisieran oírme.  


No obstante, ahora que estoy en la curva descendente de la edad, pero ascendiendo en la curva de la madurez creo que hay noticias muy buenas: la franja de los adultos mayores de hoy, hemos alcanzado el punto más alto de la existencia, y por haber nacido a comienzos de la década del 50 pertenecemos a una generación que ha sido muy sana, segura, protegida, longeva, mejor vestida, caballerosa, alimentada y mejor cuidada que muchísimas otras.  

Es indudable que no han faltado, en nuestra generación, épocas de tristeza, abatimiento, preocupación, desasosiego, desilusión e incertidumbre, pero también han surgido, al mismo tiempo, grandes oportunidades para enfrentar el cambio y sobreponerse a las tragedias individuales y colectivas.  

Hoy, nosotros los mayores, los de la población de riesgo, tenemos la oportunidad de sacar de nuestro archivo de experiencias, las enseñanzas aprendidas en épocas de dificultad y, con la ayuda de Dios siempre, compartirlas desde la ventana virtual de nuestro confinamiento por pandemia, para provecho de quienes ahora viven o sobreviven en una época, en la que hacen mucha falta las decisiones simples pero profundas, firmes pero equilibradas, inmediatas pero con sentido de eternidad.  Cuando en la desesperación se llega a no saber que hacer, entonces es cuando Dios empieza a intervenir a través de la fe, que actúa de manera preferente en los días de desesperación. Uno de los ejemplos más heroicos del poder de la fe en Dios, para vencer la desesperación que produce la carencia de posibilidades, la tuvieron Abraham y Sara su esposa, los patriarcas bíblicos, adultos muy mayores y, aún hoy, es tiempo propicio para que todos lo comprobemos.