Acabo de leer un reportaje a un futbolista de la Premier League de Inglaterra, que me llamó la atención por su respuesta a una pregunta sobre liderazgo (El País, 4 de mayo 2017) Él dice, en mis palabras, que gestionar las personalidades casi es más importante que la estrategia o la táctica en el fútbol. Nada nuevo, pienso yo, pero que lo diga un futbolista activo, miembro de uno de los mejores clubes de Inglaterra, en el que los resultados cuentan más que la forma en que se consiguen, no deja de ser una noticia a la que hay que prestarle la debida atención.
En el fútbol, como actividad humana colectiva, las personalidades se “gestionan” en los entrenamientos, en el autobús, en los aviones, en el camerino y en la forma de comunicarse con el mundo exterior (periodistas, público etc.) Como se ve, es lo mismo que ocurre con la vida cotidiana de cualquier mortal, es en el día a día, en la comunicación con los demás, pero sobre todo con lo que me digo, cada vez que tengo que decidir sobre algo. Es el monólogo interno, lo que somos en privado, en primerísima instancia, con las luchas, las derrotas y las victorias lo que llega a determinar y a direccionar el valor y el sentido que se le otorga a las personalidades, la mía y a la de los demás que se mantienen en una frenética, dinámica, competitiva, y a veces, muchas veces, cruel relación. Es la Victoria Privada como lo llamaba Steven Covey. Como puede apreciarse, nada nuevo. Entonces ¿qué es lo que cobra inusitada vigencia cada vez que hablamos u oímos hablar de liderazgo? ¿Será acaso la simpleza del tema, lo tanto que creemos saber pero que no aplicamos y la frecuencia o lo frecuente que nos tropezamos con él?
Me cuesta reconocerlo, pero en esto de tomar decisiones sobre cómo relacionarme con los demás, es donde radica una de mis grandes debilidades.
Para ser efectivos en el liderazgo, es decir, para “caer realmente bien” a los demás o, como dice el doctor Norman Wright, para llevarse bien con casi todas las personas, es necesario tomar decisiones efectivas en la relación consigo y después con los demás.
Una decisión efectiva es un proceso que debe gestionarse, de forma permanente, en tres áreas de competencias que se interrelacionan, y que se deben mantener o tratar de mantener, en equilibrio la mayor cantidad de tiempo posible: la competencia emocional, la intelectual y la espiritual. En graficas:
La CAPACIDAD EMOCIONAL la componen la familia de las emociones básicas y sus derivados: Ira, tristeza, temor, placer, amor (erótico, filial y ágape o incondicional), sorpresa, disgusto y vergüenza. Goleman IE, 1995.
La CAPACIDAD INTELECTUAL se forma por el proceso mental que le permite al ser humano la elaboración de ideas, pensamientos, juicios etc.
La CAPACIDAD ESPIRITUAL tiene que ver con el trabajo de la conciencia, propia en exclusiva del ser humano y que se alimenta de principios espirituales, valores y principalmente de fe en Dios, con mayúscula, sí el Dios de la Biblia al que me estoy refiriendo, por supuesto. Biblia Versión Reina Valera 1960
El LIDERAZGO EFECTIVO es el resultado del manejo adecuado, permanente, consciente y sabio de esas tres capacidades.
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