A muchas personas les resulta más interesante estar informado que buscar y conocer la auténtica verdad de lo que ocurre. Esta es una condición que la sociedad de la tecnología en la que vivimos, nos ofrece, para vivir en ella cómodamente, sin sobresaltos, sin tener que experimentar pérdidas irreparables o grandes desilusiones, en nuestra manera de pensar, valorar y creer.
La información ha desplazado al conocimiento, desde hace mucho tiempo. Lo ha hecho de forma sutil, periférica, casi anodina, por medio de la sustitución.
Sustituir es reemplazar el original por una imitación, que por buena que sea nunca será igual al original.
Sustituir es un hábito convertido en un valor social, que goza de aceptación en todas las esferas sociales, y que es el resultado de la búsqueda y hallazgo de verdades rápidas, fáciles, creíbles y, sobre todo, que sean de aplicación práctica e inmediata.
Estamos viviendo la época de la post- verdad, es decir, la época en la cual la verdad se está sustituyendo por la percepción que se tenga de esa verdad. Lo que cuenta no es conocer la realidad sino la percepción que cada uno tenga de ella.
Ahora se dice que realidad es percepción, por tanto, lo que importa es cómo el sujeto ve el objeto, no el valor propio, intrínseco del mismo. ¡Cuánto error puede producirse en ese camino amplio y sin filtros, que convierte toda información en verdad!
En la época aciaga de la Segunda Guerra Mundial, Gobbels, el ministro de Información de Hitler, estableció su estrategia favorita, que llegó a conocerse como: si dices una mentira y la repites siempre, al final terminará convirtiéndose en una verdad.
Existen las verdades eternas y las que no lo son. La verdad relativa, es decir aquella que necesitamos entender y experimentar sobre las cosas del día a día se puede sustituir porque depende de la percepción que cada uno tenga de ella, hasta que se compruebe, y en caso de que no resulte cierta, la pérdida que nos causa no es grave o irreparable, en la mayoría de los casos.
Las verdades eternas dan origen a valores eternos. Se pueden sustituir, pero no se pueden invalidar. El amor, la bondad, la misericordia, la benignidad, la humildad, la paciencia, son algunos valores que nacen de verdades eternas y que trascienden el tiempo y el espacio. No se pueden cambiar ni se podrá hacerlo. Se sustituirán por otras, pero aquellas prevalecerán por su condición de eternidad. La verdad absoluta no es un tema de consideración o construcción humana. La verdad eterna es una persona: Jesús. Él dijo: Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.
La verdad da libertad. Somos libres cuando conocemos la verdad. Aún hoy existen verdades que no han podido ser cambiadas a pesar de todo lo que se ha intentado. Son verdades eternas. Absolutas.
La vida más allá de la muerte. Esta es una verdad que tiene que resolverse ahora y no admite ninguna sustitución que la distorsione. Se resuelve cuando el ser humano reconozca su condición limitada de ser pensante y acepte que Alguien debe darle una mano. Ese Alguien es Aquel autor y consumador de verdades eternas, que trascendió a la muerte y vive por la eternidad: Jesucristo.
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