domingo, 1 de febrero de 2015

SER SOLIDARIO ALARGA LA BUENA VIDA


Un gran número de investigaciones en el campo de la neurociencia,  concluye que el mayor placer se encuentra en la expectativa que se siente momentos previos a adquirir un objeto, conocer a alguien por quien se ha experimentado una fuerte curiosidad o cumplir la meta o el objetivo en el que se ha invertido todo el esfuerzo, más que luego de haberlos obtenido.
Dicen los investigadores que es la anticipación, generada por nuestro cerebro ante la posible recompensa que recibiremos, la que nos lleva a realizar acciones para alcanzar lo imaginado. 
En síntesis la expectativa produce más placer que el logro. 
Entonces qué explicación se encuentra al vacío que se siente después del momento de haber logrado lo que demandó tanto esfuerzo en obtener, además del surgimiento de la pregunta ¿valió la pena el esfuerzo?
Marita Castro,  directora de la asociación Educar en Desarrollo Humano y Co-creadora y Directora de la Formación en Neurosicoeducación y Neurosicoentrenamiento, plantea que es la solidaridad, en suma, el compartir lo que se obtiene con alguien y, mejor aún, con  muchos  lo que realmente produce en el cerebro una reacción química y energética, que se traducirá en genuino bienestar: “El hecho de sentir que un objeto es importante para nosotros activa el circuito de búsqueda de recompensa cerebral que, a su vez, despierta el deseo para movilizarnos a comprar ese objeto. Una vez adquirido el mismo, normalmente, el circuito de recompensa cesa su actividad en muy poco tiempo”.

Hay una tarea que queda pendiente luego de haber logrado la meta, y es que la verdadera recompensa está en el campo de la comunión con el otro. 
Empresas como Google, por ejemplo, tiene un plan para ayudar a que sus empleados sientan la felicidad de darles a otros. La compañía cuenta con un fondo para bonos especial; cualquier trabajador puede nominar a un compañero para recibirlo. La suma no es elevada y casi muy baja en comparación con los sueldos. Sin embargo, el premiar a otro procura una gran recompensa emocional para quien lo da y otra muy alta para quien lo recibe. 
Ser generoso no solo activa el circuito cerebral liberando sustancias químicas que nuestro cuerpo recibe y  procesa de manera tonificante. También el alma recibe una carga permanente de buena vida a través de un abrazo, un piropo (real y cierto), una felicitación sincera o una voz cálida de reconocimiento. 
La palabra solidaridad expresa la calidad de solidario (que se adhiera a una causa común) y ésta, a su vez, viene del latín solidus, es decir,  sólido, firme, compacto.

El sentido más básico de la solidaridad supone que se desarrolla sin distinción, límites o condicionamientos de sexo, raza, nacionalidad, religión ni de afiliación política. La única finalidad de la solidaridad apunta al ser humano en estado de necesidad. 
  
Dar, servir, ser solidario sin recibir nada a cambio, y sin que nadie se entere es, en esencia, lo que está escrito desde mucho tiempo atrás: “Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre 
ellas potestad. Pero entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos.” (Mateo 20:25-28)
                                        




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