lunes, 9 de febrero de 2015

CÓMO ME SIENTO VA A DETERMINAR CUÁNTO APRENDO

¿Me hice entender? ¿Me he hecho explicar? Estas preguntas usadas por el maestro o expositor, en el aula de clase o en el auditorio,  pretenden asegurar que el tema está “llegando” a los oyentes de manera satisfactoria. Ahora, la pregunta sería ¿Están disfrutando la sesión?
Los científicos que estudian el desarrollo y funcionamiento del cerebro, han descubierto que en el proceso de enseñanza-aprendizaje, el intelecto va ligeramente rezagado respecto a las emociones. Cómo me siento va a determinar cuánto aprendo.
Algo que tiempo atrás era tan solo una verdad provista  por el sentido común de los buenos maestros en el aula de clase, ahora es tema de observación en el laboratorio de los neurocientíficos.
¿Ha habido un cambio en el proceso de enseñar y aprender? Tal vez no. Las recientes investigaciones de la neurociencia aplicada a la educación, han revelado que el cerebro “fabrica” una hormona que hace las veces de neurotransmisor, llamada dopamina.
La “Sra. Dopamina” es una hormona y neurotransmisor cuyas funciones más importantes se desarrollan en el cerebro tales como la activación del comportamiento, la cognición, la actividad motora, las motivaciones, la regulación de la producción de leche, el sueño, el humor, aspectos de la atención, y el aprendizaje.
En síntesis, a la liberación  de dopamina debemos un gran porcentaje del deseo de recibir de buen agrado cualquier clase de aprendizaje.
Aunque no todo lo que se descubre debe ser aceptado hasta que se compruebe, las investigaciones del cerebro en la última década han despertado gran curiosidad. “Es posible que el estudio de la memoria también afecte la pedagogía sugiriendo métodos de enseñanza basados en el modo en que el cerebro almacena conocimientos”
 Erick R. Haendel. Premio Nobel año 2000.

No obstante, aunque el cerebro siga convertido en sujeto de investigación por los científicos, es en este entorno que conviene observar el proceso del aprendizaje y el papel, todavía crucial e irremplazable, del maestro, es decir, del buen maestro. 
Pero, ¿quién es un buen maestro? El buen maestro más que un propagador de información, es el que ofrece las mejores condiciones  para que el discípulo pueda experimentar la enseñanza y aprendizaje de principios que le conduzcan hacia la madurez tanto física, como mental y espiritual, entre la  estabilidad y los  cambios de la vida. 
No es suficiente que el que enseñe demuestre que tiene el conocimiento, sino que debe hacer “contacto” con el alumno. Esto es quizá, la razón que explica  por qué, los que fueron alumnos de la niña Pochita, décadas atrás,  hoy añoran la dedicación, la firmeza y, sobre todo, el amor con que ella impartía  sus enseñanzas a todos sus alumnos. 
 Al cerebro le gusta aprender. Aprender ¿qué y de quién? Alguien dijo: Lo que a los chicos les gusta es aprender lo que no les gusta es la escuela. 
 

Mark Twain decía: “Nunca dejes que  la escolarización interfiera con tu educación”. Quien enseñe sigue siendo tanto o más importante que lo que se enseñe.
Jesús, el Divino Maestro, declaró: “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?  El discípulo no es superior a su maestro; pero todo el que sea perfeccionado, será como su maestro”.
 Lucas 6.39-40

Este es el verdadero modelo y el verdadero ejemplo que aún hoy debemos imitar. 

Referencias:
1.    Neurociencias y Educación. Anna Lucia Campos Presidente de la ASEDH Consultora de la OEA en Neuroeducación Directora General e Investigadora de CEREBRUM Miembro de la Sociedad Internacional Mente, Cerebro y Educación.
2.    Revista Descubriendo la mente y el cerebro. Asociación Educar. Neurociencias y Educación.
3.    Biblia Dios habla hoy

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